
Al ser las primeras vacaciones que pasaban juntos, el temor de que el stress postvacacional afectara a su relación, les hacía mantener una conversación trivial mientras subían las escaleras.
Pero al abrir la puerta del piso, todo eso se olvidó. Todo estaba revuelto. El televisor, el ordenador portátil, los ahorros escondidos en el colchón, todo había desaparecido.
Cuando llegó la policía, en el informe de la denuncia no figuraba ningún tipo de destrozo en el cuarto de baño.
- Es raro -dijo el policía- en los robos de casas vacías suelen dejar un regalito en la bañera.
- ¿Un regalo?
- Sí, una cagada.
La policía se marchó sin antes asegurar oficialmente que harían todo lo posible por encontrar a los ladrones, pero extraoficialmente, el teniente explicó que sería casi imposible atraparlos.
Esa noche David y María, se dedicaron entre llamada y llamada de conocidos y familiares, a recoger la casa y a tirar los objetos que habían quedado inservibles.
Debajo de un cajón que habían arrancado del mueble del salón, encontraron un carrete de fotos. “Mañana lo iré a revelar”, aseguró David. Pero no fue hasta cuatro días después. Cuando David vio la primera foto, marchó corriendo a la comisaría. Exigía hablar con el teniente inmediatamente. El teniente lo recibió con preocupación e instó a David a que se calmara, que le contara que había sucedido. A la vez que le mostraba una de las fotos de su cepillo de dientes metido en un gran culo negro, de la boca de David sólo salieron unas palabras, “Voy a matar a esos hijos de puta”. Llevaban 4 días en casa y no habían cambiado los cepillos.
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